No
es posible llevar a cabo verdaderos experimentos para evaluar el proceso de envejecimiento porque no se puede asignar
a los evaluados de forma aleatoria a
niveles diferentes de edad. No obstante,
algunos diseños experimentales, más
propiamente denominados “cuasi-experimentos”, pueden brindar datos interesantes
y hacen posible que se puedan examinar explicaciones alternativas para una
serie de fenómenos de envejecimiento, dando por supuesto que se tiene que considerar que pueden dar esos
estudios y que cosas no.
Una
de las maneras de identificar los procesos que se opina que están implicados en
los cambios de la conducta con la edad es realizar un estudio con dos grupos de
sujetos de edades diferentes que se equiparan en diversas variables demográficas
como sea posible. Después de ello, se
evalúa la ejecución de los miembros del grupo joven y del mayor en alguna
conducta, como por ejemplo, clasificar una serie de objetos en categorías.
Hay
un diseño llamado “pretest-postest” con grupo
de control no equivalente, el cual explica que
en el caso de que las personas jóvenes puntúen más alto como media.
Entonces se introduce una manipulación diseñada para mejorar la ejecución. De repente, se les enseña a todos los
participantes estrategias que los ayude a identificar varios aspectos de los
objetos que les serviría de utilidad para poder clasificar de una manera
adecuada dichos objetos. Asimismo,
después de la ayuda, se les vuelve a evaluar a todos los participantes para
saber si es que hay una mejora diferencial con la edad.
Un
efecto crítico en la experimentación comparativa es la interacción del
tratamiento con la edad, por ejemplo. Es
por ello, que si se puede demostrar los efectos diferenciales con la edad de
una intervención, entonces se puede afirmar que se ha detectado un factor que
explica la diferencia en la conducta con la edad.
Referencia:
Schaie, W y Willis, S. (2003). Psicología de la Edad Adulta y la
Vejez. España: PEARSON EDUCACIÓN.
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