En
un examen matemático altamente sofisticado de la vida de diez de los
compositores más famosos, se encontró que la productividad creativa alcanzaba
su máxima potencia entre las edades de
45 y 49 años. Dicha productividad se encuentra vinculada con la edad en lo que
se denominó “una curva J invertida al
revés” en lugar en “U invertida” que esperaban los investigadores.
Ello
significa que la productividad alcanzo un máximo y después cayo, pero el
descenso fue menor si se compara con el ascenso inicial. Esta relación se mantenía incluso cuando se
controlaba en los resultados la variable de la enfermedad física. Es decir, la
enfermedad, que es más proclive de presentarse en los últimos años de vida, no
explica globalmente la disminución de la productividad creativa en los últimos
años.
Algunos
autores expresan que la productividad en la etapa de la adultez mayor puede
estar más vinculada, con lo que la sociedad en la que vivimos, nos permita
continuar ejecutando un trabajo productivo, el cual nos guste realizarlo y nos
haga sentir bien como personas, que con el hecho de que exista una prohibición
práctica de la participación profesional de los científicos adultos mayores,
como es el caso de muchos contextos europeos.
Sin
embargo, algunas personas adultas mayores se las arreglan para tener sus
propias oportunidades. Hay un estudio de los arquitectos americanos, sugería
que los profesionales que seguían dicha profesión después de los 65 años, se
caracterizaban por su compromiso y
motivación, sus habilidades sobreaprendidas, su sensibilidad estética, su
capacidad para poder vender y para delegar responsabilidades a los demás. A su vez, los
académicos adultos mayores, expresan su generatividad, simplificando el
camino de sus estudiantes y sirviendo como mentores de la siguiente generación
de científicos.