domingo, 19 de octubre de 2014

Consecuencias de los decrementos sensoriales en las personas adultas mayores


Las deficiencias en la audición y visión en los adultos  mayores, son los que más influyen de una manera negativa en su adaptación.  Nuestra vista, con los pasos de los años, se ve alterada producto del proceso del envejecimiento normal y también, puede provocar disfunciones perceptivas.

 El tener una vista que no funcione adecuadamente, puede traer consigo una serie de accidentes para el adulto mayor, ya que si un día, está caminando de noche por la sala de su casa y no se percata que había un adorno en el suelo, puede sufrir una caída o un golpe muy fuerte. Sin embargo, esta alteración en la vista no solo puede producir accidentes en el hogar o en la calle, también, puede afectar las relaciones sociales que tenga con el entorno en el cual se desenvuelve y no le va a permitir realizar con normalidad sus actividades diarias, como el bañarse, vestirse, cocinar, ver televisión,  entre otros.

Por lo tanto, dichas alteraciones, dificultan la adaptación de dicho grupo etario a los nuevos cambios que experimentan en el proceso del envejecimiento y también, hacen  que sean más proclives de presentar estados de ansiedad, trastornos depresivos, inadaptación al medio, pérdida de autoestima, como también, sentimientos de aislamiento y soledad, incidiendo negativamente también sobre la estimulación cognitiva. En definitiva, la pérdida de visión puede tener consecuencias físicas, psicológicas y sociales desfavorables para las personas que lo presentan. A su vez, se puede observar que la percepción auditiva es muy sensible a los efectos del transcurso de los años. Bess (1989) expresa que la pérdida auditiva influye de una manera no óptima en la adaptación y calidad de vida de los adultos mayores, ya que ello reduce las actividades que realizaba anteriormente, como también,  sus contactos sociales. 

Las personas que presentan una severa hipoacusia tienen tendencia en vivir en un entorno más ruidoso, puesto que, el no poder oír sonidos bajos, requieren de más volumen en su televisor, en la radio, lo cual, puede traer molestias en las personas que viven a su alrededor. Al mismo tiempo, piden que les repitan lo que  hablan debido a una pérdida de la audición.  Se dice, que las áreas cerebrales de la percepción auditiva y visual no se ven afectadas gravemente por el transcurso de los años.



 

Referencia:

Muñoz, J.( 2002). Psicología del envejecimiento. Madrid: Ediciones pirámide.

Malos tratos con los adultos mayores


Actualmente se habla de una manera no tan abierta, acerca de los malos tratos que sufren los adultos mayores ya sea, por parte, de sus hijos, enfermeras, vecinos, entre otros. Afortunadamente hoy en día, este hecho se ha comenzado a reconocer en el contexto científico internacional, y se admite que los adultos mayores también constituyen una población susceptible de recibir malos tratos y este fenómeno se considera como un gran problema social.

A la mayoría de las personas todavía les es difícil comprender que este hecho pueda ocurrir, porque consideran que solo se da en instituciones, como también,  les parece inimaginable que las personas mayores puedan ser maltratadas en sus propios hogares. Gradualmente se viene reconociendo que las personas adultas mayores están sufriendo abandono y/o malos tratos en sus propios hogares o en los hogares de familiares cercanos a ellos, por ello, se debe de tomar conciencia acerca de este tema y no creer que en el mundo no se da con tanta frecuencia este tipo de hechos y que los adultos mayores, no sufren de maltratos por parte de otras personas e inclusive muchas veces, sufren en silencio, para no preocupar a sus hijos u otros familiares cercanos.

Asimismo, en la actualidad se piensa que los agresores hacia dicho grupo etario tienen una patología, sin embargo, en las últimas investigaciones sobre el caso, apuntan hacia la idea de considerar cada vez más al agresor como un individuo no tan desviado hacia la norma. En oposición a dicho postulado, existen investigaciones que indican que las personas que agreden a los adultos mayores, pueden presentar psicopatologías más graves que los agresores de otros colectivos.

Hoy en día también se rechaza  la creencia de culpar sólo a la persona adulta mayor de su situación de maltrato y/o abandono que sufre, y se están concentrado las acciones en hacer responsable al agresor de sus propias acciones, a pesar de que no existan programas dirigidos para aquellos que maltratan a dicho grupo etario, ni tampoco se hayan desarrollado teorías terapéuticas a este respecto, de lo cual, se debe de tener en consideración para poder ayudar a las personas víctimas de maltratos, para que no se queden callados y puedan desarrollarse adecuadamente en la sociedad a la que pertenecen.  
 
 

 

Referencia:
Muñoz, J. (2002). Psicología del envejecimiento. Madrid: Ediciones Pirámide.

Envejecimiento de la memoria


Tiberghien (1991) indica que la memoria humana se puede definir como un sistema de tratamiento de la información compuesto por bloqueos primarios organizados de forma secuencial.  Desde dicho punto de vista, los cambios que se producen en la memoria se explican con el análisis de su estructura, los procesos que operan con ella y/o los conocimientos que han sido almacenados. 

Las personas adultas mayores se quejan frecuentemente de sufrir trastornos de memoria. Asocian las ausencias con el padecimiento de alguna enfermedad degenerativa y esta perspectiva deja confundidos y desorientados a las personas pertenecientes a dicho grupo etario, los cuales, suelen interpretar los olvidos ocasionales como síntomas de un trastorno mnésico irreversible.  Sin embargo, la mayoría de los lapsus mnésicos que aparecen durante la senectud no están ocasionados por patologías orgánicas degenerativas; tienen su origen en los estados depresivos o en la influencia que ejercen algunos rasgos de la personalidad del individuo, pues, ella determina en la manera de aceptar los cambios que experimenta producto del envejecimiento normal.

La memoria es la función cognitiva que con más frecuencia han estudiado los psicólogos (Montorio, 1994). Sin embargo, no existen investigaciones que hayan observado su evolución a lo largo de todo del ciclo vital, y tampoco se ha dado una explicación sobre las razones verídicas que producen dicho acontecimiento. Lo que se puede apreciar, es que las disfunciones mnésicas sobreviven por causas biológicas, es decir, cambios o pérdida de células cerebrales,  bajo nivel intelectivo y/o factores psicosociales, como la falta de hábito de recordar eventos, poca motivación, entre otras.

Algunos autores indican que los déficits observados en el momento de la recepción de la información y fijación de esas impresiones pueden ocasionar los decrementos que sufre la memoria con el transcurso de los años.   Asimismo, la mayor parte de los investigadores coinciden en apuntar que la estructura de la memoria engloba, respectivamente, la memoria sensorial (Sperling, 1960), la memoria primaria o memoria a corto plazo, incluyendo la memoria de trabajo (Baddeley, 1986), la memoria secundaria o memoria a largo plazo, la cual nos ayuda a evocar recuerdos del pasado y poder ayudarnos a resolver problemas, como también, memoria terciaria o memoria de los recuerdos lejanos.


 

Referencia:

Muñoz, J. (2002). Psicología del envejecimiento.  Madrid: Ediciones pirámide.