Tiberghien
(1991) indica que la memoria humana se puede definir como un sistema de
tratamiento de la información compuesto por bloqueos primarios organizados de
forma secuencial. Desde dicho punto de
vista, los cambios que se producen en la memoria se explican con el análisis de
su estructura, los procesos que operan con ella y/o los conocimientos que han
sido almacenados.
Las
personas adultas mayores se quejan frecuentemente de sufrir trastornos de
memoria. Asocian las ausencias con el padecimiento de alguna enfermedad
degenerativa y esta perspectiva deja confundidos y desorientados a las personas
pertenecientes a dicho grupo etario, los cuales, suelen interpretar los olvidos
ocasionales como síntomas de un trastorno mnésico irreversible. Sin embargo, la mayoría de los lapsus mnésicos
que aparecen durante la senectud no están ocasionados por patologías orgánicas
degenerativas; tienen su origen en los estados depresivos o en la influencia
que ejercen algunos rasgos de la personalidad del individuo, pues, ella determina
en la manera de aceptar los cambios que experimenta producto del envejecimiento
normal.
La
memoria es la función cognitiva que con más frecuencia han estudiado los
psicólogos (Montorio, 1994). Sin embargo, no existen investigaciones que hayan
observado su evolución a lo largo de todo del ciclo vital, y tampoco se ha dado
una explicación sobre las razones verídicas que producen dicho acontecimiento.
Lo que se puede apreciar, es que las disfunciones mnésicas sobreviven por
causas biológicas, es decir, cambios o pérdida de células cerebrales, bajo nivel intelectivo y/o factores
psicosociales, como la falta de hábito de recordar eventos, poca motivación,
entre otras.
Algunos
autores indican que los déficits observados en el momento de la recepción de la
información y fijación de esas impresiones pueden ocasionar los decrementos que
sufre la memoria con el transcurso de los años. Asimismo, la mayor parte de los
investigadores coinciden en apuntar que la estructura de la memoria engloba,
respectivamente, la memoria sensorial (Sperling, 1960), la memoria primaria o
memoria a corto plazo, incluyendo la memoria de trabajo (Baddeley, 1986), la
memoria secundaria o memoria a largo plazo, la cual nos ayuda a evocar
recuerdos del pasado y poder ayudarnos a resolver problemas, como también,
memoria terciaria o memoria de los recuerdos lejanos.
Referencia:
Muñoz,
J. (2002). Psicología del envejecimiento. Madrid: Ediciones pirámide.
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