Casi todas las familias mantienen una
actitud reciproca al momento de relacionarse con las personas que conviven en
ella, por ello, dicha conducta permite que los miembros puedan depender
económica, física o emocionalmente de los demás, ya que perciben el apoyo que
les manifiestan diariamente. A su vez,
se puede decir que la adultez mayor quiebra el frágil equilibrio entre la
dependencia e independencia que existe en la mayoría de los adultos.
Los mayores temores que experimentan
las personas de dicho grupo etario, se refieren a sucesos que son poco
probables que ocurran. Sin embargo, dichos sucesos no son poco realistas, ya
que, aunque es muy extraño que se susciten, sus efectos traerían consigo
resultados devastadores. Por otro lado,
los adultos mayores tienen temor a que
un ladrón entre a su casa y se lleven todas sus pertenencias, ya que, ellos se
muestran ante ellos como victimas
débiles, las cuales, es más fácil llevarse sus bolsos, debido a que piensan que
tienen menos fuerza y agilidad. Sin
embargo, a pesar de lo descrito anteriormente, dichas personas se muestran como
la población menos afectada en ese aspecto.
Los adultos mayores también tienen
temor a la “senilidad”, aunque la disfunción cerebral no es demasiado común,
incluso entre las personas que tienen de 85 años a más. Tienen temor a que
ocurra un evento que los deje sin ahorros para poder subsistir el tiempo que
les queda por vivir, aunque la mayoría de los adultos mayores viven con una
seguridad económica razonable, puesto que, muchos de ellos han ahorrado el
sueldo que reciben de su jubilación y también, en muchas oportunidades reciben
dinero de fuentes externas como son negocios o
de sus hijos.
La asistencia sanitaria ha mitigado el
impacto económico de las enfermedades que presentan las personas de dicho grupo
etario. El aumento del costo en la atención sanitaria, ha ido llevando a
decisiones políticas que en un futuro quizás se
necesite que los adultos mayores contribuyan en gran medida al precio de
los medicamentos y servicios o que renuncien al cuidado de calidad.
Asimismo, durante la época pasada,
algunos adultos mayores decían que las dificultades económicas son un problema
principal en la etapa del ciclo vital en
la que se encontraban. Un estudio de
Atchley (1993) sugería que sólo el 10% de los varones y el 20% de las mujeres
de una muestra de una comunidad pensaban que sus ingresos no eran
insuficientes. Sin embargo, dicha
afirmación tan optimista se debe de interpretar con cautela, puesto que, se ha
encontrado que la satisfacción de una persona con sus ingresos puede estar sólo
indirectamente relacionada con el ingreso real.
Lo que se muestra como más importante es si el
individuo siente que se encuentra económicamente bien o estable al comparar su
situación actual con otras personas y consigo mismo en el pasado.
Referencia:
Schaie,
W y Willis, S. (2003). Psicología de la Edad Adulta y la
Vejez. España:
PEARSON EDUCACIÓN, S.A.
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